29 mayo 2005

La patata frita

He descubierto un hecho interesante.

Se podría pensar que si uno no limpia nunca, la casa estará cada vez más sucia, las esquinas tendrán cada vez más mugre, los suelos y las paredes serán cada vez mas pegajosos, hasta que haya tanta mierda por todos lados que ya no se pueda ni entrar.

Falso.

Hay un punto de equilibrio, un nivel de suciedad, en que la casa se estabiliza. Por más que no barras, que no quites el polvo, en fin, que no hagas nada de nada, el piso presenta siempre el mismo aspecto. No empeora. Se trata de ver si ese nivel en que se alcanza el equilibrio es compatible con la vida humana.

Doy fe que sí lo es.

Debo reconocer que, para alguien no acostumbrado a casas en las que se sigue esta política de mínimo esfuerzo, la vivienda presenta un aspecto extraño.

En la cocina, hay varios objetos que despiertan la atención de los cada vez menos visitantes que tenemos. Por ejemplo una extraña planta, que en su día fue una ristra de cebollas, y ahora es ya una especie de pequeño y ornamental grupito de palmeritas. O una caja con patatas. Todo el mundo cree que las patatas son más o menos redondas, marrones y más bien lisas. Luego, las ven aquí y descubren que de lisas nada. Más parecen pasas. Les extraña, además que tengan una especie de patas blancas, que talmente parecen a punto de echar a andar y salir de la caja por su propio tentáculo. Una de esas patatas ya es má alta que yo.

Los que vivimos aquí, dos irlandeses y yo, habíamos llegado a un acuerdo de convivencia no escrito (ni hablado, ni nada) por el que se aceptaba la situación actual, pero un día sucedió algo.

Un día apareció una patata a medio freír flotando en un pequeño charco de aceite derramada entre los fuegos de la cocina. La patata estaba ya un poco negra por la parte no sumergida. La existencia de aquella patata allí era un problema muy grave. Si bien todos habíamos admitido subrepticiamente ser algo guarros en lo que a la casa se refiere, aquello era demasiado.

-A ver, el que haya dejado ahí esa guarrada, que lo limpie, que quiero usar la cocina-dijo uno de ellos.

el que haya dejado ahí esa guarrada

Yo no había sido.

Se supone que él tampoco. Y el otro irlandés no estaba por la labor de reconocer la autoría de los hechos, así que la patata se libró, de momento, de ser limpiada.

A los dos días, la parte no sumergida de la patata estaba completamente negra y el aceite parecía un poco más amarillo y espeso. Empezaba a darnos un poco de asco. Claro que limpiarla suponía reconocer que habías sido tú el autor de la guarrería. Y aquello cada vez daba más asco. Y haber sido el causante, cada vez suponía una culpa más grande.

A la semana de no poder usar la cocina (teníamos microondas) decidimos que había que hacer algo. Y ya puestos, extenderlo al resto del piso. Asignamos todo un fin de semana para tan ardua labor. La primera en caer fue la patata medio frita-medio podrida- medio mohosa. Luego nos repartimos el resto.

Tenemos una habitación desocupada. Desocupada quiere decir que no duerme nadie en ella, no que esté vacía. En realidad es la más llena de todas. Decidimos recuperar ese espacio. Me toco a mí.

En la habitación hay un tendedero y una cama pequeña. Cuando alguien necesita usar el tendedero, y está ocupado por la ropa de otro, la quita, la echa encima de la cama, y tiende la suya. Con el transcurrir de las coladas, la cama ya no se veía. Era una pirámide de ropa. Decidí empezar por ahí.

-¿Esta camisa es tuya?-preguntaba a uno de los irlandeses

-Sí

-Te lo dejo encima de tu cama-contestaba yo

Las primeras capas de ropa fueron redistribuidas sin grandes contratiempos a nuestras camas, pero luego empezaron los imprevistos.

-¿Esto es tuyo?

-No

-Mío tampoco

Y mío no era. Empecé a pensar que mi excavación en la pirámide había alcanzado capas anteriores a la llegada al piso de ninguno de nosotros. Esto se confirmó con la aparición de unas bragas. Los dos irlandeses son un poco raros, pero como para usar bragas, no me pareció.

Cuando la cama quedó vacía (el cubo de la basura se llevó gran parte de lo que había encima de ella), me encontré con un problema de conciencia. Debajo de la cama también había algunas cosas. Había que sacarlas, pero aquél era un lugar no hollado por el hombre en muchos años. Me daba miedo romper algún ecosistema. Allí debajo podían vivir especies protegidas.

Rescaté de allí un tambor de tamborrada, una zapatilla, un micrófono, una lámpara de mesilla de noche y un foco. Todos ellos, tan cubiertos de polvo y pelusilla que parecía que les había crecido melena.

Los irlandeses también tuvieron sus propios problemas, pero al final del domingo, el piso estaba limpio. Para nuestras escalas.

Durante un tiempo, la casa olió a lejía, desinfectante y si acercabas mucho la nariz a unos botecitos que compramos en el Superamara, a frescor salvaje del caribe.

El esfuerzo fue grande, pero sólo 3 días después, ya se podía ver que la casa tiende a su punto de equilibrio. La nevera vuelve a tener cosas caducadas de dueño desconocido que nadie se atreve a tirar. De alguien será, y ahí se quedan hasta que la peste te hace mirar las fechas de lo que hay dentro buscando la fuente del olor. En nuestra cocina la vida vegetal vuelve a abrirse camino, y en el resto de la casa, los microorganismos ya deben estar volviendo a sus lugares habituales.

De modo que tengo dudas si abandonar la política del mínimo esfuerzo es buena idea. El hombre es un ser que se adapta. El hombre sabio no lucha contra la naturaleza, se hace uno con ella. El hombre evolucionado no trasforma su entorno, se adapta a él.

Tengo que meditar todo esto.

.

9 Comments:

Blogger Salmonoide said...

Quisiera aclarar algo.

Todo esto es fruto de mi imaginación y nada tiene que ver con mi realidad personal.

Donde vivo, todo está impoluto, no hay un sólo cubierto sucio en el fregadero, y no harían falta espejos en los baños porque se refleja uno en los azulejos.

Licencias literarias, ya sabeis...

11:26 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

No hace falta que dijeras nada, Sai, todos los que te conocemos sabemos que son licencias literarias, no osariamos dudar de ti.

¿Por cierto ya quitaste esa araña que estaba en tu habitación hace 4 años? Más que nada porque al paso que estaba creciendo la utilizan en la próxima pelicula de spiderman :-)

12:18 p. m.  
Blogger Salmonoide said...

Te refieres a la araña que vigilaba la casa?.

Creció tanto que reclamó su propio cuarto. Luego una balda en la nevera y en el baño. Al final se trajo a la familia y tuvimos que abandonar el piso.

Licencias, ¿eh?, licencias, que nunca ha habido bichos en casa, salvo cuando me visitaban algunos amigos...

6:16 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Si me permites un comentario..... pa mi el relato se ha quedado un poco corto... porque la realidad supera la ficcion, no has hablado del fantasma del Mendigo que vive con vosotros!!!

1:29 p. m.  
Blogger Salmonoide said...

Cantautor, era cantautor, y no te metas con el que era un tio de puta madre, a pesar de todo. Otros vendrán que bueno te haran, dice el refran y cuanta verdad...

Si te refieres a la vocación viajera que tiene mi telefono, mis herramientas y otras cosas que tengo en mi cuarto, así como el vaciado espontáneo de mi tubo de pasta de dientes o mi gel de ducha, creo que la explicación no necesita recurrir a fenómenos paranormales.

2:59 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola ¿Salmón?, pues eso. Gracias por tus comentarios referentes a Peso cero. Yo también voy a seguirte, para empezar me he reído mucho con lo de tu casa (pobrecita). Hay otro sistema que utilizan algunos: cuando la casa necesita un repaso a fondo...¡pues te cambias de casa! Doy fe que es cierto, conozco gente que cuando el horno ya no aguanta más grasa, se muda.
Volveré (no es una amenaza).

11:40 a. m.  
Blogger Salmonoide said...

Salmon, si. Queda muy bien decir que es una larga historia, pero la simple realidad es que un dia un amigo me llamó así, me hizo mucha gracia, y me lo quedé como nick.

Hasta pronto.

8:40 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

El amigo bautizador se estrena comentando el blog del salmonoide, para dar fe de que efectivamente... en "El caso de la patata frita", se trata de licencias literarias...
;-)

1:11 p. m.  
Blogger Salmonoide said...

jaja, el amigo bautizador me conoce bien.

Ha sido uno de los afortunados que ha disfrutado tan idílico entorno.

Welcome

3:01 p. m.  

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