23 septiembre 2005

Informe de estado

El coronel Fibrosus Sportif, comandante en jefe de las fuerzas asignadas para la misión “Cuerpo renacido”, de máxima prioridad, no presenta un semblante risueño. Los demás jefes presentes, bajo sus órdenes directas, esperan temerosos.

--Sudor nivel 3 al estirar la alfombrilla y colocarla bien bajo el asiento del coche. Nivel 2 y sensación de agotamiento al subir dos pisos por las escaleras con la compra del súper. Dos kilos ganados desde la última reunión. ¿Qué está ocurriendo, caballeros?

Uno de las más jóvenes se adelantó.

--El enemigo recibe refuerzos, señor. Numerosas Chuletas y bocatas de chorizo han sido vistos llegando al estómago. Destacamentos de frutos secos y patatas fritas los escoltaban. Eran muchos, señor.

Era el agente infiltrado en el aparato digestivo. Las vacaciones, claro. Eso estaba previsto, pero aún así, era demasiado. Miró inquisitivamente al responsable del aparato locomotor.

--La reincorporación a la natación ha sufrido un importante retraso, señor -- dijo—La piscina de Anoeta está con obras y no abrirá hasta Octubre. No podemos hacer nada.

--¿Qué hay de las Actividades Esporádicas?

--Suprimidas, señor. La itv, la renovación del contrato de alquiler, el aprendizaje de la PDA, Nagua, las …

--Está bien, capitán. ¿Estado?

--Hemos perdido terreno en la zona abdominal, nuestras tímidas incursiones en la región lumbar han sido aplastadas. Glúteos y abductores severamente contaminados. Nos batimos en retirada, señor.

El comandante permaneció pensativo. Finalmente levanto la vista hacia sus subordinados y los envió de regreso a sus puestos con amabilidad.

No, sus hombres lo estaban haciendo bien. El problema estaba en otra parte. Tras una breve reflexión, escribió unas pocas cartas, y las metió en sobres. Abandonó la sala de juntas y caminó con paso decidido al piso superior. Atravesó un largo pasillo y se paró ante la puerta dorada. Sobre ella, un cartel rezaba “Consejo Directivo”. Pasó sin llamar.

--Adelante. Pase, por favor-- ironizó Ánimo.

El comandante observó la decadencia reinante en aquel lugar. La falta de orden, de disciplina, era evidente. Contrastaba visiblemente con su pulcro y ordenado despacho.

--Estoy dentro, gracias. Y ya que todos estáis aquí -- Enfatizó la frase, dando a entender que no estaban donde deberían estar, haciendo su trabajo—aprovecharé para hacer una reunión de urgencia. Ahora.

--Cálmese, Fibrosus. Ya ha convocado la reunión. Le avisaremos cuando estemos listos -- dijo alguien a su derecha. Fibrosus se sintió enrojecer de ira.

--Yo decidiré cuando estáis listos. Os recuerdo que desde Mayo el organismo se encuentra en estado de excepción, y tengo autoridad absoluta. Queda anulada la reunión. Os daré las instrucciones en este mismo momento.

Los presentes le miraron con sorpresa. Todo el consejo estaba fuera de la cadena de mando militar, pero en estado de excepción, un comandante en misión especial podía tomar medidas extraordinarias. Técnicamente, podía darles órdenes. Sportif siguió hablando

-- Mis hombres combaten valientemente, pero el enemigo está ganando terreno. Esto tiene que terminar. Aquí están vuestras instrucciones inmediatas para los próximos días. Quiero un informe sobre mi mesa cada semana.

Todos se miraron. El comandante repartía sobres cerrados. Cuando se le acabaron cruzó los brazos y sin mirar a nadie en concreto, voceó.

--¡En marcha!

Sportif observó los lentos movimientos de Conciencia dirigiéndose a la salida, y cómo Voluntad se desperezaba en su asiento antes de levantarse, estirándose largamente. Ninguno había abierto aún su sobre.

¡Oh, Dios mio!, pensó el comandante.

Apetito y Pereza no habían recibido sobres. El comandante los miró con fiereza.

--Con vosotros quiero tener una charla especial…

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17 septiembre 2005

Yo no soy tonto, sólo algo gilipollas

El tema funciona así. Se trata de que vayas a su establecimiento a comprar. Para lograrlo, insinúan que eres un poco tonto.

Una vez dentro, el objetivo es que compres. Para eso, te insultan ya abiertamente.

Parece razonable. Oye, hay que probar cosas nuevas.

Yo buscaba una PDA. Me había informado bien, ya la tenía elegida. Sólo faltaba ir a comprarla en algún sitio con buenos precios. Me acerqué.

Para entrar había cola. Impresionante. Ahí debían de regalar las cosas. Bien, tenía tiempo. Una PDA, con su tarjeta SD, y demás accesorios que pensaba comprar, es una pasta. Vale la pena hacer un poco de cola.

Por fin entro, y consigo nadar entre la gente hasta la sección informática. Localizo la PDA. Miro la pegatina del precio. Pone: “Tu eres gilipollas. Demuéstralo y compra”

Joder, casi 100 euros mas caro que en la tienda de siempre. ¡No puede ser!.

Más extrañado que otra cosa, miro los precios de otras PDAs que también consideré como posible elección:

“Gilipollas profundo” …“Agilipollado perdido” …“Imbecil integral” …

No salía de mi asombro. Todas estaban más caras que donde solía comprar habitualmente. Algunas etiquetas de unos productos muy concretos, tenían un precio, pero la mayoría tenían insultos.

Lo mismo me pasó con las tarjetas de memoria. Cada vez que miraba un precio era insultado.

Cabría pensar que la gente estaría allí indignada, pero no. En lugar del apelotonamiento de gente largándose que esperaba encontrar, me encontré ese apelotonamiento en las cajas. La gente estaba comprando. Mordían el anzuelo. ¡Y de qué modo!. Salían de allí con sus bolsas rojas “soy gilipollas, soy gilipollas”

Decidí escapar.

Escaleras abajo me crucé con otra gente que hacía cola para entrar. Muchos tenían en la mano el folleto ese con las “gangas” y lo comentaban entre ellos.

Yo, mirando esa cola, y a mucha otra gente que entraba y salía del centro comercial, sólo oía “beeeeeeee, beeeeeeee”

A la salida me topé con el cartel anunciador del sitio en cuestión. “Nos despelotamos”, ponía. No hace mucho, ese mismo cartel estaba escrito “Nos bajamos los pantalones”. Y aparecían unos tíos, que se supone son los de la tienda, con los pantalones bajados. Miedo me da lo que estarían pensando hacerme.

Pero como a todo hay que buscarle su parte buena, esto ha sido para mí una experiencia didáctica. Si quiero vender algo, ya sé lo que tengo que hacer.

--A ver, usted, mamón de mierda, venga a ver este piso.

--No está mal, no esta mal. ¿Cuánto cuesta?

--¡Payaso!. ¡Subnormal!.

--Ufff. Muy caro. No puedo, que va.

--¿Lo vas a comprar ya o tengo que llamarte bastardo?

--En fin. Vale, me lo quedo.

La cosa es que ésta última escena me suena. He sentido como un deja vu de esos al escribirlo…

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03 septiembre 2005

Personalidad, ausencia de

No eran malos tiempos aquellos en los que tenía personalidad.

Había cosas que me gustaban y cosas que no. Música, ropa, películas…. De aquella yo andaba con melenas. Me gustaba el Heavy nacional y las películas de ciencia ficción.

Luego llegó un momento de mi vida en que esa personalidad fue anulada por completo. La única música que oía era la corneta del turuta tocando Diana. La única ropa que tenía eran uniformes, y todos verdes. Y películas… bueno, de aquella época podría contar una cuantas.

Pero esa anulación de personalidad, tan intensa y brusca, pasó. Tuvo un principio y un fin, y poco a poco, fui recuperándome.

Lo de ahora es peor.

Después del shock patrio, me “adecenté”. Evolucioné a un estilo diferente, pero igualmente mío. Quizás me influyó el ambiente universitario en que me movía entonces. Vestía “de adulto”. Oía a Sabina y me seguía gustando la ciencia ficción. Muy de vez en cuando, incluso me ponía una americana.

¿Hay algo más personal que el atuendo? El aspecto que uno tiene es algo así como su signo de identidad. Así soy. Esto es lo que me gusta.

Lo que me gusta a mi, no a Nagua. Yo solía ir con zapatos de vestir, ropa más o menos elegante y aspecto sobrio (o eso intentaba, el presupuesto…). Nagua va estilo hippie, zapatillas y accesorios de puesto de mercadillo peruano.

No pegábamos ni con cola. Es evidente que tendría que haber un acercamiento de posiciones, si es que la cosa iba a cuajar.

Ahora voy con la camisa por fuera, camino sobre sandalias, y desde ayer, de mi hombro cuelga un bolso. ¡Un bolso!. Muy masculino, sí. Muy estilo “de tio”, pero ahí esta. Dios sabe que si quedara algo de mi no lo habría consentido. ¡Un bolso!

--Bueno, es normal, en una relación hay que adaptarse. Ella también habrá cambiado algunas costumbres…
--Sí, claro. Ella antes no tenía por costumbre elegirme los zapatos ni decidir mis películas. Además, ¿tu quien coño eres?
--Un recurso literario, no te desvíes del tema. Que digo que ella habrá cambiado también algo su estilo de vida para acercarse al tuyo.
--Que no. Te digo que ni un ápice. Ni por descuido. Como mucho pivota. Y poco.

Pero ahora ya no se limita a mi ropa y mis zapatos.

Mi flamante Honda CB 750 tiene ya 13 años. Es muy cómoda. Tiene la potencia suficiente sin excesos, es suave de motor y de muy bajo mantenimiento. Me gusta, pero no creo que aguante mucho más.

A mi me encantan las motos. Antes de decidirme por una, miro bien, dentro del estilo que me gusta, diferentes modelos y marcas. La suelo elegir en función de las prestaciones del motor, la comodidad de la postura de conducción, el coste de mantenimiento, y por supuesto, el precio.

Claro que eso era antes. No tengo ninguna duda que Nagua elegirá mi siguiente moto. Y seguramente, en función de los colores disponibles…

Claro que total, para lo que la voy a usar... A ver como llego yo al bar de moteros, entre gente tatuada hasta las cejas, vestidos de cuero negro y metal, con un bolsito.

A eso se llama personalidad, ausencia de.

Vamos, que me llegan a las rodillas. No, no son los huevos, que vete tu a saber si también, son los gallumbos.

Y contento, que es lo malo.

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